Cada mañana, los jubilados invaden plazas y parques, realizan ejercicios físicos, cantan, bailan, disputan juegos de mesa... son risueños, amables, apacibles. Y sin embargo, el gobierno desconfía de ellos. Agentes policiacos vigilan sus movimientos. La razón: grupos que hacían ejercicios de meditación en jardínes públicos dieron orígen al movimiento Falun Gong, que las autoridades prohibieron al acusarlo de ser una "secta peligrosa y herética" que desafiaba al Partido Comunista.
Falun Gong fue prohibido en 1999 y sus miembros fueron perseguidos. ONG internacionales y las ramas asiáticas, estadounidenses y europeas de Falun Gong denuncian encarcelamientos arbitrarios, torturas y asesinatos de numerosos miembros del movimiento. Hablan de miles de víctimas, pero escasean los datos documentados.
El gobierno no puede darse el lujo de perder el control de los mayores de edad. De acuerdo con la Oficina Estatal de Estadísticas de Beijing, a finales de 2004 había 143 millones de chinos mayores de 60 años.
Un sondeo de opinión oficial realizado a finales del año pasado reveló que 55.8% de los jubilados se "apasionan" por los ejercicios físicos. Las autoridades del país entendieron claramente que era imprescindible dejarlos que vivieran esa pasión.
El gobierno y la dirección del Partido Comunista son perfectamente conscientes de que la supresión de prestaciones sociales y la difícil reestructuración de las pensiones afectaron a los jubilados. Saben también que en la nueva sociedad china es cada vez más difícil que los hijos se hagan cargo de sus padres, tal y como lo exige la tradición china.
Practicar colectivamente Tai Chi o Qi Gong, integrar coros y reunirse para jugar y platicar son momentos indispensables en la vida austera de más de la décima parte de los chinos. Mantener estos hábitos sin que sean instrumentalizados por "fuerzas nefastas" es el reto del poder.
Estas escenas de ancianos muy dignos que todas las mañanas realizan los movimientos lentos y armoniosos de sus artes marciales en parques centenarios son unas de las múltiples manifestaciones de la complejidad y las contradicciones de Beijing.
Los jubilados serenos de Beijing dan un suplemento de alma a la metrópolis febril, pero detrás de esa imagen profundamente humana se esconden tensiones, temores y un poder siempre al acecho.
* Título basado en la investigación de Anne Marie Mergier.
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